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El suelo es un elemento complejo de cuyo estado dependen muchos seres vivos como las plantas, por tanto su estudio, la pedagogía, y mantenimiento son tareas tan importantes. Gracias a las nuevas tecnologías disponemos de herramientas para su conservación y recuperación, son cada vez más accesibles datos que hasta hace unos pocos años no estaban a nuestro alcance.
En este post vamos a conocer un poquito más en profundidad las apreciaciones y el conocimiento que gira en torno al suelo, así como los diferentes tipos de suelo y su idoneidad en función de las condiciones en las que se encuentre. ¡Vamos allá!
Características del suelo
Para comenzar es imprescindible entender las características del suelo y de que se encuentra compuesto, a través de las cuales podemos calificar su idoneidad. Entre las características que podemos destacar se encuentran:
Textura: la textura determina el tamaño de las partículas que componen el suelo, dependiendo de si son más grandes o más pequeñas el mismo puede ser pedregoso, arenoso, limoso o arcilloso.
Estructura: En este caso lo que determina la estructura del suelo es la composición o forma de estas partículas, pudiendo ser laminar, prismática, blocosa, granular y esferoidal o redondeada.
Nivel de ph: Este es un factor clave en la salud y crecimiento de la planta, pues dependiendo del ph del suelo el crecimiento de la misma puede variar mucho a su favor o en su contra.
Partimos de la base de que el nivel neutro de ph se sitúa en 7. Por debajo de este valor el suelo se considera ácido, lo que implicaría una drástica reducción de la presencia de elementos como el fósforo, magnesio o calcio, así como se reduciría la actividad del microbioma y haría viable la absorción de elementos tan nocivos para las plantas como es el aluminio.
De lo contrario, si el nivel se encuentra por encima de 7 se conoce como suelo básico o alcalino, cerca de los 8,5 puntos. En este caso presentaría una baja infiltración, lo que quiere decir que provocaría un estancamiento prolongado del agua, ya sea en pequeñas cantidades como puede ser un riego puntual o en más grandes, dadas durante los periodos de lluvias torrenciales, lo que daría lugar a una estructura del suelo bastante limitada.
El rango óptimo se situaría entre 5 y 7, si se ajusta dentro de él no habrá peligro ni afectará negativamente en el desarrollo del cultivo.
Un ejemplo más práctico. Pongámonos en un situación de lluvias, esto afectaría al nivel del ph, en este caso reduciéndolo, y ¿por qué? Te estarás preguntando. Muy fácil, el agua de las precipitaciones lo que hace es “liberar”, por así decirlo, componentes de carácter ácido que eliminan cualquier tipo de presencia de elementos como el magnesio o el calcio.
De esta forma, los suelos que se encuentran en zonas donde las lluvias son regulares son bastante ácidos, debido a que esta situación no es puntual y persiste en el tiempo, por lo que el mismo se vuelve poco a poco cada vez más ácido.
Por eso es muy importante que sepas que existen fertilizantes que presentan en su composición amonio y ureas, lo que acidifica el suelo, en casos como este último que acabamos de destacar es perjudicial hacer uso de ese tipo de fertilizantes, ya que se agravaría más la acidez que ya contiene el suelo de por sí.
También lo hace la descomposición de materia orgánica, por lo que también hay que llevar cuidado con ellas en nuestro huerto o jardín.
Porosidad: Hace mención a la cantidad de poros que presenta o no el suelo. De tal forma que si hay más poros podrá retener más cantidad de agua, lo cual es bastante positivo. El terreno debe de tener una alta porosidad.
Permeabilidad: Esto trata de la circulación de líquidos, es decir, si un suelo es permeable quiere decir que los líquidos puedan circular libremente a través del mismo, lo cual también es positivo que el mismo sea bastante permeable.
Las plantas se encuentran compuesta de nutrientes, los cuales los necesitan para subsistir. Estos se encuentran divididos en dos familias, la de los micronutrientes y macronutrientes.
Micronutrientes: formarían parte de esta familia el hierro, el zinc y el magnesio. Todos ellos son fundamentales para el correcto funcionamiento del metabolismo y de la actividad enzimática.
La pérdida o exceso de cualquiera de estos micronutrientes puede afectar muy negativamente a la calidad del agua y del aire, produciendo, en el peor de los casos, un deterioro significativo del propio suelo.
Macronutrientes: formarían parte de esta familia un número más extenso de componentes, pero se destaca ante todo el nitrógeno, fósforo y potasio.
Su presencia logrará un buen crecimiento de la planta, así como el nivel de productividad del cultivo y de calidad del propio fruto.
Aquí es muy importante no confundir y entender que no todos los suelos van a aportar los mismos macronutrientes ni la misma cantidad de cada uno de ellos.
Los tipos de suelos que existen
Ya sentadas las bases que determinan su estructura pasamos a comentar los diferentes tipos de suelo que podemos encontrarnos a partir de estas características que hemos ido relatando.
Ante todo, dejar claro que el suelo perfecto no existe, dependerá de muchos factores y de las condiciones en las que se encuentre las que determinen su idoneidad, pero de entrada no podemos determinar uno como perfecto, ya que para unas condiciones el idóneo será totalmente distinto a un entorno con condiciones totalmente contrapuestas.
Suelo Arenoso: Dispone de partículas cuyo tamaño se encuentra entre 0,05 y 2 mm de diámetro, su textura es como raposa y es considerado el más ligero de todos.
Como información adicional a tener en cuenta, este tipo de terrenos no retienen correctamente los nutrientes, no obstante tienen una alta infiltración, ya que dejan pasar el agua a través de sus poros y precisamente esta característica del suelo arenoso será determinante para aquellas ocasiones en las que se pueden dar episodios de grandes lluvias.
En Almería su uso se encuentra bastante extendido gracias a la técnica del “arenado”, la cual consiste en cubrir el suelo original de una capa de tierra arenosa.
La razón de esta práctica viene ligada al clima árido que presenta la zona, sobre todo durante la época estival donde las temperaturas son especialmente altas. En este caso la arena facilita la retención de humedad y mantiene estable la temperatura del territorio
De esta forma favorece la plantación de una variedad de cultivos mucho más amplia, entre los cuales la mayoría, previos a la ejecución de esta técnica, no serían compatibles con las condiciones climáticas del entorno, en este caso se destacarían algunas frutas y hortalizas.
Suelos mixtos: Este tipo de suelos son los más comunes, y es que su propio nombre lo indica, es una mezcla de arcilla y arena, que son materiales totalmente opuestos entre sí y esto es lo que le hace diferente del resto.
Por ejemplo, sin ir más lejos la arena es un material que no retiene bien los nutrientes, sin embargo la arcilla sí. Lo mismo ocurre con el drenaje, en este caso esto ocurre a la inversa, la arena drena los líquidos bastante bien, en contraposición a la arcilla. Son materiales que se complementan bastante bien y su mezcla los hace bastante llamativos.
Suelos ácidos: No es apto para la agricultura, ya que presenta niveles de Ph muy por debajo del recomendado (5,5), por lo tiene muy mala calidad y es muy poco saludable para las plantas ya que puede llegar a contener componentes tóxicos en altas dosis, como el aluminio.
Suelos calizos: No suelen ser tampoco muy aptos para la agricultura por varios motivos, entre ellos la aridez, lo secos, duros y fáciles de erosionar que són, sin olvidarnos tampoco de que no retiene correctamente el agua, así como los nutrientes el tiempo necesario como para que la planta pueda crecer en buenas condiciones.
La mayor pérdida de nutrientes como consecuencia se encuentra en el cinc y en el hierro. Esta drástica pérdida de cinc se nota mucho más en los cultivos intensivos, generalmente de maíz. También existe en estos terrenos una ausencia de fosforescente, cobre y boro.
Este tipo de suelo calcáreo se ubica en zonas áridas o semiáridas, fundamentalmente en aquellas donde llueve poco pero cuando ocurre lo hace en abundancia.
A pesar de todas estas deficiencias enumeradas, este en concreto tiene bastante más margen de mejora que los ácidos. Basta con labrar la tierra de forma recurrente, recurrir a fertilizantes que contengan altas cantidades de fósforo y material orgánico y por último regar por surcos, esto último, bastante importante.
Suelos supresivos: Y por último, tras una vista general, estos son los más idóneos para el cultivo general.
Entre muchos otros motivos, inmuniza a las plantas de muchas plagas y enfermedades que pueden afectar a las plantas. Hace que de alguna forma el patógeno no logre acomodarse o en el caso de que finalmente lo consiga no logre hacerlo de forma 100% efectiva.